miércoles, 23 de mayo de 2012

Revista Sinécdoque Nº2 | "La Siesta" (Escribe Maia Vargas / Ilustra Piluqui)


La Siesta
Escribe Maia Vargas
Ilustra Piluqui
Son las tres de la tarde y el cuarto está lleno de aguas vivas. Las flores caen desde el techo, las ventanas están oxidadas. Un rayo de sol atraviesa el cuarto de lado a lado, las plantas carnívoras del rincón sur están sedientas, y el estado somnoliento propio de la siesta se respira por todo el ambiente.
Tirada en el piso, abanicándome con un papel maché, pienso en el agua, en que soy un pez, y la imaginación me salva del calor de Tombuctú.

Me acuerdo de otra vida, esa en que fui bailarina de charlestón, y él, un  trompetista de la banda… Nos encantaba encontrarnos en el camerino forrado en terciopelo, y quedarnos ahí hasta cuando se vaciaba el teatro. Cuando la luz se apagaba éramos otras personas, nos colmaba un cansancio existencial. Él me enseñó un truco de magia, uno que me hacía nacer pájaros  de colores  de la boca. Me encantaba ese truco, pero él sólo me dejaba hacerlo a medianoche. Había días en que vivía para que sean las doce, y así  ver nacer esos pájaros volar desde mi interior.

En la ventana oxidada hay miles de insectos queriendo entrar a mi guarida…se chocan contra el vidrio, opaco y sucio. Me limito a respirar, con pesadumbres respiro, la siesta respiro, y veo peces que no soy, pero que quise ser. Y veo esa vida imaginaria que a veces creo pasada y real.
“Mejor mirar hacia delante” dicen por ahí, por lo pronto miro el techo y a las flores que siguen cayendo. Me van cubriendo, están frescas. Hoy son violetas y amarillas, pero la semana pasada eran de un naranja insoportable. Me puedo quedar acá por horas, y vivir siestas eternas, cubierta de plantas y flores, y que alguien me encuentre, dentro de muchos años, con el pelo largo y blanquísimo, toda enredada, con las plantas carnívoras ávidas por comer a los insectos, que por fin lograron entrar por la ventana, más oxidada aún.



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