Democracia
real ya!
el grito de los
indignados españoles. Testimonio de una experiencia inesperada
Escribe y fotografía María Alicia
Gutiérrez
Barcelona, ciudad intensa y con larga historia de
organización y movilización silenciada, despertó un 15 de mayo al grito de
Democracia Real Ya!!! La llamada “crisis financiera” (que ellos plantean que no
es tal sino una “estafa”) golpeaba la vida cotidiana de los españoles sin que
se manifestara oposición visible. Sin embargo, algo se estaba gestando y se
recuperó en la Acampada BCN con una inesperada intensidad. Movimiento por la
vivienda, en contra del “desahucio” (desalojo compulsivo por deudas en el pago
de hipotecas), parados, plataforma indignados de los trabajadores de la salud y
educación, grupos antisistema, okupas profundizaban sus demandas.
Esto no es una
crisis, es una estafa
La acampada, que se inicia en Plaza del Sol (Madrid)
y rápidamente se extiende a otras ciudades españolas, toma su epicentro en la
barcelonesa Plaza de Cataluña. Ejemplar la estrecha relación entre Sol y
Cataluña, en un estado (el español) desagregado por las luchas autonómicas y la
merecida desconfianza al centralismo madrileño.
Como todos los inicios, su organización parecía inorgánica. Recuerdo las primeras
asambleas, bastante multitudinarias, con megáfono, donde la posibilidad de
escucharse era dificultosa. Rápidamente fue tomando forma y la plaza fue
gestionada como un pequeño poblado donde cada grupo o comisión tenía su carpa o
espacio. Ilustrativo de ello eran las comisiones de organización,
infraestructura, cocina (exquisita la comida realizada por distintos chefs que
dieron su apoyo y que nos deleitaban a todos los que estuviéramos en la plaza),
comunicación, y las que se referían a
diversos campos temáticos: salud, educación, medio ambiente, migración, feminismo,
diversidad sexual, etc.
La creatividad colectiva tomo forma en Cataluña.
Adornaban todo el ámbito de la plaza carteles con diferentes referencias que hacían del espacio
un lugar de interlocución permanente. Cada quien que la transitaba colgaba libremente
su cartel.
Que se vayan todos fue la consigna inicial que
refería a la responsabilidad frente a la crisis de los políticos, los
banqueros, el capital financiero, un combo que llevo a España, como a otros
países de la vieja Europa, a una de las mayores crisis de los últimos tiempos. 40% de desocupados entre los
jóvenes entre 20 y 30 y pico de años, es una cifra más que elocuente.
Soluciones neoliberales de recortes significativos en salud, educación y
seguridad social, provocaron el efecto de la enorme indignación.
La plaza se
vestía de colores y consignas. El excelente funcionamiento que se fue
acomodando con el paso de los días, permitía la participación de todo aquel que
quisiera hacerlo. Así surgieron las multitudinarias caceroleadas que precedían
la asamblea general de las 22,30 horas de todos los días. En dicho espacio se
daba la información general y luego cada comisión pasaba su informe y
propuestas que eran votadas. La asamblea tenía un lenguaje de manos para
aceptar, no estar de acuerdo, pedir que se acortara el discurso, y también,
como novedoso, que se impidiera el lenguaje soez, agresivo y sexista. Esto
último fue un gran logro de la comisión Feministas Indignades, que con
enorme esfuerzo trasvasó la dimensión de género por todos los espacios. Debo
decir que la asamblea, ese centro de
reunión colectivo, se transformó en el lugar obligado de participación de miles
de personas en silencio, con respeto y tranquilidad, lo que no impedía el debate político y la
proliferación de las diferencias.
En Plaza Cataluña se instaba sistemáticamente al
respeto, la tolerancia y la convivencia con las diferencias. Eso no impidió que
aparecieran situaciones de violencia (nada distinto al resto de la sociedad)
que fueron rápidamente no sólo denunciadas sino trabajadas en una comisión especial,
para comprender los procesos que llevaban al despliegue de esas situaciones que
respondían a la existencia de una violencia estructural del sistema. El equipo
de salud, con psicólogos, médicos y profesionales ponía sus conocimientos al servicio de situaciones de desborde junto
con los masajes para descontracturar y relajar frente a momentos de gran tensión. No era de
sorprenderse, convivían mas de 400 personas y transitábamos largas horas
alrededor de un promedio de 3000 personas por día, número ostensiblemente
incrementado en el horario de la caceroleada y la asamblea cotidiana.
Una organización intachable que fue desmantelada por
la presencia de la Policía con el intento de desalojo. La respuesta pacífica
fue inmediata, tanto por los que quedaron dentro de la plaza durante la
intervención policial, como por quienes multitudinariamente apoyamos desde
afuera. Luego de tres horas de tensión y destrozo total de las instalaciones
pudimos reingresar. Ese día estaba convocada una marcha, que fue importantísima,
de la Plataforma Indignados de
salud desde Plaza Colon, por las Ramblas
hasta la Plaza Cataluña. En menos de
tres horas fue rearmado el acampe y reescribiéndose los carteles con las
consignas. Fue ejemplar el trabajo realizado por el conjunto de la ciudadanía
para reorganizar el acampe, así como el cuidado masivo de la plaza en los
festejos del Barça en la Champions League europea.
Tres semanas de participación, de debates,
intercambios, emoción y dificultades coronaron en el levantamiento de la acampada
luego de
que, una comisión ad hoc, planteara a la asamblea general la propuesta
y ganara por mayoría, al igual que
en un importante número de ciudades europeas. La estrategia se trasladó a los barrios, que
están funcionando con una reunión semanal de asamblea en Cataluña y algunas
comisiones que continúan sus reuniones allí. O sea que la plaza sigue
funcionando, con un centro de información para quien se acerque a consultar,
pero sin acampe.
Ante el inicio de la nueva legislatura, el día 15 de
junio se produjo un nuevo acampe masivo
en el Parque Ciudadela frente a la
cámara de diputados. El objetivo era impedir la entrada de los diputados
que debían debatir el nuevo presupuesto con los recortes para el siguiente año.
Los políticos debieron entrar escoltados por la policía, y el presidente de la Generalitat, como otras
autoridades, en helicóptero. La concurrencia fue masiva, lo que muestra el modo
en que seguían en pie las acciones del 15M. La
siguiente gran apuesta en todo el país
fue la marcha del día 19 de
junio al pedido de “democracia real
ya!!!”.
El 15M significa una luz, una esperanza, un nuevo
modo de pensar la política, una nueva estrategia de construcción de poder, una
crítica feroz a las políticas que llevaron a la crisis y unas reivindicaciones,
los llamados “contenidos mínimos” de propuestas trabajadas colectivamente y con
asesoramiento de especialistas, cuya comprobada viabilidad es un dato
significativo. El 15M despertó a la participación a enormes sectores de la
sociedad española en general y la catalana en particular, frente a atropellos
que, llamaba poderosamente la atención, albergaran tanto silencio.
Desobediencia civil activa no violenta. La pregunta
de la sociedad es ¿hacia dónde van, con qué tiempos, qué proponen? La multiplicidad de debates y acciones dejaban
en evidencia su crítica a la crisis: no es tal, es el salvataje de los que los
hundieron. Ante eso no están dispuestos a conceder. Críticas a la representación política, a las
instituciones corruptas. Lo fundamental es el proceso y no el producto. No son
tanto las propuestas concretas como las formas del debate, decisión y acción
las que caracterizan al movimiento. Las personas se representan a sí mismas, en
un movimiento sumamente diverso: no hay
aparatos, no hay líderes. Los reúne el hartazgo, el basta ya a tanto despliegue
de impunidad.
Vamos lento
porque vamos lejos
Tienen tiempo. Quieren ir despacio porque van lejos.
Y mientras luchan por decidir cómo decidir, viven la vida ya, en la alegría de
sentirse libres, enredados en el proyecto de reinventar la vida, empezando por
la suya, por la de cada uno/a. Puede
tener problemas el movimiento, puede diluirse pero no desaparecerá como
lúcidamente lo afirma Manuel Castells “sus ideas, sus esperanzas, las semillas
rizomáticas de una nueva política sembrada hoy. Porque puede ser una última
llamada de vida antes de precipitarnos en el torbellino de destrucción que nos
arrastra” (Diario La Vanguardia, p.27, Sección Opinión, Sábado 18 de junio de
2011)
El 15M me encontró en la Plaza Cataluña.
Me preguntaban y me preguntaba: ¿es igual al 2001 argentino? ¿Cómo salieron de
la crisis tan rápido? El intento de comparar y encontrar los puntos de
similitud y diferencia me obnubilaba vivir ese presente. Abandoné esa mirada y
creo, pero es otro tema, que es diferente a nuestro 2001. Sin embargo, siento
el privilegio de haber vivido un escenario de gran debate y movilización, que
se propagó por la mayor parte de las ciudades españolas, que abrevó en el
movimiento del mundo árabe unos meses antes, que sigue en la lucha, tal como
expresé en una asamblea: “si no se van todos, y de eso nosotros/as sabemos, si
no logran todas las reivindicaciones, esta experiencia, como sentimiento de
vitalidad y resistencia, ya cumplió su cometido”.
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