martes, 12 de junio de 2012

Revista Sinécdoque Nº2 | "Prensa gráfica: entre femicidios y “crímenes pasionales” (Escribe María Florencia Guerrero / Ilustra Florencia Pastorella)


Femicidios/Prensa/Géneros

Prensa gráfica:
entre femicidios y
“crímenes pasionales”
Escribe María Florencia Guerrero
Ilustra Florencia Pastorella

La premisa inicial será aquella que versa: cada medio “construye los acontecimientos”1  de la manera más acorde a sus intereses, sus proyecciones de venta y hasta las limitaciones de sus trabajadores y trabajadoras de prensa. Estos modos disímiles de contar lo sucedido terminan muchas veces, por acción u omisión, contribuyendo con la violencia machista, con el heterosexismo y con el sistema patriarcal mantenido como status quo. A través de la cobertura de dos casos emblemáticos: el femicidio de Wanda Taddei y la lesbofobia que le arrancó la vida a Natalia Gaitán, se buscará aplicar un juicio crítico sobre el modo de ser actual de los medios de comunicación y del periodismo en general para procurar comprender qué sendas deberían, al menos,  dejar de pisarse.

Wanda Taddei

    El 10 de febrero de 2010, Wanda Taddei, una mujer de 29 años, fue internada en el Hospital Santojanni de Buenos Aires con el 60% de su cuerpo quemado. Taddei era “la esposa de” Eduardo Vázquez, uno de los responsables del incendio en el boliche Cromañón en 2004. La noticia recorrió los diferentes medios y las explicaciones de lo ocurrido eran, cuanto menos, confusas. Vázquez, el único que tuvo la posibilidad de contar su versión de los hechos, reconoció que la pareja había tenido una discusión mientras él fumaba, pero atribuyó las quemaduras en el cuerpo de Taddei a un accidente producto de que ella estaba limpiando CDs con  una botella de alcohol.
    Durante los once días en los que Wanda Taddei agonizó, los medios de comunicación reprodujeron todo tipo de dichos y declaraciones de “allegados” a la pareja que indicaban que su relación era “normal”, aún cuando Vázquez ya había recibido dos denuncias de su compañera por agresiones, y una  del mismo tipo por parte del padre de los hijos de ella.  Además, como por esos días la banda Callejeros, de la que Eduardo Vázquez era su baterista, iba a presentarse en Cosquín, en las mismas notas donde se hacía un reporte del estado de salud de Taddei, se mencionaba qué iba a suceder con ese show, si se suspendería, si cambiaría de fecha,  etc., quitándole gravedad al asunto de un modo escalofriante.
    Wanda Taddei falleció el 21 de febrero por una “falla multiorgánica” producto de las quemaduras, según dijeron los médicos que la atendieron.  Durante casi un año Eduardo Vázquez permaneció en libertad porque el juez de instrucción porteño Eduardo Daffis Niklison consideró que existía “falta de mérito” para dejarlo detenido. Recién en diciembre de 2011 la Cámara del Crimen confirmó su procesamiento acusándolo  del delito de homicidio agravado y debiendo permanecer en prisión hasta el momento del juicio oral.
    De la lectura de las diferentes notas en torno al caso Taddei se desprenden varias reflexiones y pueden establecerse continuidades en relación al método de agresión utilizado contra Wanda y otras mujeres que fueron quemadas por sus parejas posteriormente, algo así como “lugares comunes” en los que caen los/as periodistas al momento de relatar estos crímenes.  El primer interrogante que se plantea es el hecho de pensar en si el caso Taddei hubiera sido “noticia” de no estar atravesado por la existencia de un marido tristemente famoso y por el paralelo morboso generado por la forma en que murieron las 194 víctimas de Cromañón y Wanda. Las noticias, más allá de mencionar a Vázquez por estar obviamente implicado en el hecho, lo posicionaban en un rol protagónico y, el  hombre, el victimario, aparecía antes que la víctima quien ni siquiera era mencionada por su nombre y apellido: no es nadie más que “la esposa de” y entonces su identidad se reduce a un estado civil. 2  Estas formas de redactar, las frases tales como “otra mujer quemada” o “se trató de un crimen pasional”,  institucionalizadas ya dentro del periodismo, resultan perniciosas, porque borran a las víctimas, y quitan responsabilidad a sus victimarios, como si las  “muertes” se produjeran  de modo natural cuando  se trata en realidad de un asesinato, de un femicidio.
    “Femicidio”, una palabra que casualmente no aparece en el diccionario de la Real Academia Española (RAE)3 , y que como tipificó la ONU en 2001 significa “asesinato de mujeres como resultado extremo de la violencia de género que ocurre tanto en el ámbito privado como en el espacio público”.
    Otra de las continuidades que presentan este tipo de notas es el pretender encontrar un justificativo para la agresión. Una de las notas consultadas indicaba: “(...) La mujer le habría impedido a su esposo dormir en la habitación matrimonial, por lo que Vázquez optó por hacerlo en un sillón que se hallaba en el comedor del inmueble, cuando, según su relato, Taddei cortó la luz general del inmueble. ‘No hay cosa peor para mí que me puedan hacer, porque después de lo de Cromañón me cuesta mucho estar a oscuras’, dijo Vázquez en su indagatoria, con referencia al incendio de la discoteca en diciembre de 2004, que provocó 194 muertos y centenares de heridos, durante un recital de Callejeros”4 . El destacado pareciera excusar y justificar a Vázquez por su accionar, citando nuevamente su tragedia personal como si, de ser verdad lo relatado, ya quedara justificado el escenario para un acto de violencia.
    Diana Vernaz, psicóloga especializada en violencia masculina y presidenta de la Asociación Civil de Especialistas en Violencia Familiar indicaba que la conducta de quemar a la víctima implica arrasar con ella, con su cuerpo y con su identidad toda; si sobrevive, quedará desfigurada. Sobre la reiteración del modo de ataque, Ada Rico, directora del Observatorio de Femicidios en Argentina de la Sociedad Civil Adriana Marisel Zambrano comentó: ‘No es casualidad que estas muertes se hayan producido en un lapso tan corto con tanta similitud. Al tomar conocimiento de cada uno de estos ‘accidentes con alcohol’ la sociedad en general se inclina primeramente por la negación. De esto no se habla más hasta que se repite. El delito impune es contagioso. Si como sociedad la respuesta que damos a estas muertes es indiferencia para investigar, impotencia para descubrir e inoperancia para castigar, no hacemos otra cosa que alimentar este tipo de conductas. Cuando actos violentos se consideraron discusiones de pareja o cuestiones privadas en las que no hay que meterse, el varón siente que efectivamente tiene el control sobre la vida y el cuerpo de la mujer, hasta llevar a cabo el femicidio”5 .
    Para Nancy Fraser, los grupos con recursos discursivos (y no discursivos) desiguales compiten por establecer como hegemónicas sus interpretaciones respectivas sobre lo que son las legítimas necesidades sociales. De la misma forma, los medios de comunicación determinan qué es noticia y qué no lo es, quedando excluidos determinados sucesos que, o no llegan nunca a formar parte de la agenda mediática, o lo hacen de modo distorsionado. Cuando Leonor Arfuch introduce a Mijail Bajtín en su texto,  para indicar que el lenguaje es esencialmente ajeno, habla de una presencia de voces ajenas anteriores en lo que se dice, por lo que pensar en la cuestión del poder en torno a esta polifonía resulta pertinente y da cuenta de lo inapropiada que se vuelve la utilización de determinadas frases o palabras en las notas periodísticas que reproducen concepciones machistas, heterosexistas, misóginas, etc.

Natalia Gaitán

“Porque silencio es igual a muerte y porque es necesario (…) hablar de homofobia, lesbofobia y transfobia cuando se habla de racismo y cuando se habla de sexismo y de clasismo y cuando se habla de precariedad laboral. Hablar del terror de miradas violentas, humillaciones e insultos violentos, silencios violentos (…) el terror de interpelaciones cotidianas violentas que se creen legítimas bajo una matriz heterosexual, blanca, ciudadana que las ampara (...)”6

    El 6 de marzo de 2010, Natalia Gaitán, una mujer de 27 años fue fusilada en Córdoba. El asesino fue  Daniel Torres, el padrastro de su novia quien no avalaba la relación amorosa que mantenían. Se trató de un crimen de odio con una sola explicación: la lesbofobia.
    La construcción de esta muy breve descripción casi no pudo hacerse mediante notas periodísticas; el asesinato de Natalia fue menospreciado por los grandes medios de comunicación que invisibilizan los crímenes de odio.  “Ser gay en este sistema es caer bajo la tutela de un discurso universalizador de actos y un discurso minorizador de personas, radicalmente superpuestos”, indica Eve Kosofsky Sedgwick (1998)
     “No se trata de defender el derecho de las ‘minorías sexuales’ sino de cuestionar la heterosexualidad como la ‘forma natural’ alrededor de la cual surgen desviaciones ‘antinaturales’”, refiere Marta Lamas. La cita no pretende demonizar a los heterosexuales, sino manifestar que esa matriz no puede ser un régimen político dictatorial. “No pretendemos plantear la guerra contra una barbarie derivada de una esencia heterosexual, lo que denunciamos es un régimen heterosexual que aterroriza cualquier otra forma de sexo/género/deseo que no se ajuste a sus imposibles criterios normativos (…) La supuesta ‘tolerancia’ hacia las personas homosexuales sólo es lo que Bourdieu denomina una ‘estrategia de condescendencia’ que conlleva a la violencia simbólica a un grado más alto de negación y disimulación”.

Reflexiones finales

Pierre Bourdieu expresaba que el orden social masculino está tan profundamente arraigado que no requiere justificación, imponiéndose a sí mismo como auto evidente, y tomado como ‘natural’  gracias al acuerdo ‘casi perfecto e inmediato’ que obtiene de, por un lado, estructuras sociales como la organización social de espacio y tiempo y la división sexual del trabajo, y por otro lado, de estructuras cognitivas inscriptas en los cuerpos y en las mentes. La eficacia masculina radica en el hecho de que legitima una relación de dominación al inscribirla en lo biológico, que en sí mismo es una construcción social biologizada.
Al pensar en los orígenes de esta opresión, de esta “génesis de la desigualdad sexual”,  es Gayle Rubin quien expresa:   “Una mujer es una mujer. Sólo se convierte en doméstica, esposa, mercancía, conejito de Playboy, prostituta, o dictáfono humano en determinadas relaciones”. La autora indica que existe una parte de la vida social que sería “la sede de la opresión de las mujeres, las minorías sexuales y algunos aspectos de la personalidad humana en los individuos” y esa parte es el “sistema de sexo/género” al que define como “el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”.
    Si pensamos  la era actual como la de las “comunicaciones”, es preciso entender el rol protagónico que tienen los medios dentro de este entramado y comprender que su accionar no es ingenuo, que la terminología elegida tampoco lo es,  y que la explicación del “mundo” que bajan al papel (o a la pantalla de computadora según el caso) está signada por los preconceptos vigentes en su línea editorial, que hace que las víctimas sean violentadas nuevamente desde la prosa.
    El desafío estará entonces en romper con esa lógica y  en generar que  otras voces puedan oírse a través del uso de los medios de comunicación como herramientas de cambio.  El problema no radica en que algunos/as reproduzcan directa o solapadamente la violencia, el heterosexismo, el machismo, la xenofobia, etc., sino en que no haya espacio para nada más;  el conflicto se inicia desde el momento en que  los hechos están  “mediatizados” y  no contados por sus  protagonistas reales.  Cèlia Amorós (1994) expresa: “(...) Los discursos dominantes, aunque sean tramposos, no todos son iguales. Los hay que tienen, en sus propias premisas, virtualidades emancipatorias susceptibles de ser explotados contra el propio dominador”. Si el término “queer” pudo tener un vuelco, como se sorprende Butler en “Cuerpos que importan”, y reflejar una connotación positiva a través de una reapropiación distinta, lo mismo puede ocurrir con otras palabras utilizadas por  el periodismo o la “opinión pública” en la actualidad, de modo peyorativo.
    Es preciso que lo publicado no sea solamente aquello que refuerza el heterosexismo, burlándose de lo abyecto, estableciendo juicios de valor que refuerzan lo que “está bien” y es “normal” y criticando lo que para ellos/as es un “peligro” para la continuidad del modelo de familia patriarcal “bien constituida”.  Es en este sentido que Ernesto Laclau  indica que para él los términos “igualdad” y “diferencia” no son opuestos sino que la ampliación del campo del segundo es una precondición de la expansión del primero, entonces,  si determinadas temáticas comenzaran a introducirse en los grandes medios o los grupos hoy por hoy excluidos tuvieran la oportunidad de tener participaciones reales y marcar la agenda mediática, se estaría realizando una concreta ampliación del campo de la “diferencia”.
    Hace falta formar investigadores e investigadoras en medios de comunicación que puedan hacer lecturas críticas de la propia labor periodística.  La clave estará en romper con la naturalización de las cosas y comprender entre muchas otras cosas, que no es “normal” que una mujer se incendie por sus propios medios.  Se torna necesario releer lo escrito hasta el momento, comprender que no es admisible que los medios colaboren con la  institucionalización de  una amenaza como “te va a pasar lo mismo que a Wanda”7  y hacer un mea culpa sobre el tipo de cobertura espectacularizada 8  que tuvo, por ejemplo, el caso Taddei.
La tarea estratégica del periodismo con perspectiva de género, algo así como  periodismo contrahegemónico,  será entonces la de procurar romper con  la  violencia simbólica que plantea Bourdieu, por medio de la cual cierta lógica de género se ha objetivado de tal forma en la subjetividad de las estructuras mentales, que puede hacer que los analistas- o periodistas en este caso- usen como instrumentos de conocimiento categorías de la percepción y del pensamiento que deberían tratarse como objetos de conocimiento,  sin dejar de tener  siempre presente que, como  indica Judith Butler “(...) la relación entre sexo y género es performativa”, es decir que sigue un guión cultural, y está normalizada de acuerdo al contexto (las reglas heterosexuales) donde la masculinidad es el estilo del poder. 



Notas
1 Verón, Eliseo (1983): Construir el acontecimiento. Editoral Gedisa.
2 Carabajal, Gustavo (2010): “Detienen al baterista de Callejeros”, en diario La Nación (Buenos Aires, Argentina). Edición del 11 de febrero de 2010.
3 Buscador de la RAE: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=femicidio
4 S/F (2010): “Liberan a Vázquez mientras se agrava  la salud de Taddei”, en diario La Nación (Buenos Aires, Argentina). Edición del 20 de febrero de 2010.
5 Waigandt, Alejandra (2010): “Impunidad Contagiosa”, en Artemisa Noticias. 19 de Noviembre de 2010.
6 Romero Bachiller Carmen, García Dauder Silvia y Bargueiras Martínez Carlos (2005): El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer, Madrid, Grupo de Trabajo Queer Traficantes de Sueños.
7 Santagati, Adriana (2010): “Advierten sobre una escalada de casos de mujeres quemadas”. En diario Clarín (Buenos Aires, Argentina). Edición del 12 de Septiembre de 2010.
8 Sigal, Pablo (2010): “Fuego, fuego”, en diario Clarín (Buenos Aires, Argentina). Edición del 03 de Septiembre de 2010.

Bibliografía
Amorós, Cèlia (1994): Feminismo: igualdad y diferencia. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
Arfuch, Leonor (2002): “Problemáticas de la Identidad”. En Arfuch, L. (comp): Identidades, sujetos y subjetividades. Buenos Aires: Prometeo.
Chaneton, July. “Género (my f) y massmediación: nuevos objetos discursivos”. En Mora, Revista del Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, N°3, agosto de 1997.
Lamas, Marta (1999). Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género. México: Universidad Nacional Autónoma del Estado de México.
Romero Bachiller Carmen, S. García Dauder y C. Bargueiras Martínez (2005): El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer. Madrid: Grupo de Trabajo Queer Traficantes de Sueños.
Kosofky  Sedgwick, Eve (1998). Epistemología del armario. Barcelona. Ediciones La Tempestad.

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