Medios Alternativos/Clase/Izquierda
Las definiciones de “lo alternativo” como alternativas
de clase:
una apuesta política
Escribe Nicolás Núñez
Ilustra Laucha
I) Introducción
La siguiente ponencia se propone realizar un breve
recorrido por diferentes operacionalizaciones del concepto “medio alternativo”,
asentándose sobre la reposición de una hipótesis: se trata de un término
binómico en el que las distintas definiciones respecto de su especificidad
pueden discernirse entre aquellas que acentúan en la práctica
comunicacional-discursiva, por un lado, y las que privilegian la
inscripción del medio en un horizonte político de trascendencia al orden de la
sociedad capitalista, por otro. Luego se señalarán desplazamientos en el campo
de los estudios en comunicación y cultura que cercenaron el peso de la visión
“marxista-totalizante”. Se propondrá allí conside-rar al signo “medio
alternativo” como signo ideológico y analizar la tensión alrededor de su
definición como una disputa imbricada en relaciones de clase. Se problematizará
el trayecto teórico previo en función de algunas posibles tensiones de la
realidad social y política de nuestro país. Finalmente, se analizará la
relación de los medios alternativos con las organizaciones de izquierda, que
efectivamente inscriben su práctica en un horizonte de transformación radical
de la sociedad en particular, y, si bien someramente, algunas tensiones
suscitadas por la puesta en debate
de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
II) Un recorrido por las definiciones de
“lo alternativo”
En las décadas de teorización que lleva sobre sus espaldas
la práctica de la comunicación alternativa, es un lugar común dar cuenta de la
indecibilidad de una definición compartida por el conjunto de los sujetos
teórico-políticos que intervienen en los debates y en la práctica concreta. Sin
embargo, se han desarrollado numerosos intentos de definiciones que, aún
reconociéndose inacabadas, intentaron dar cuenta tanto de la especificidad de
lo alternativo como de la prefe-rencia por determinadas perspectivas
comunicacionales alternativas y no de otras.
Como se señala en “Comunicación alternativa y cambio
social: un libro para cuatro décadas” (Vinelli, 2008), el enciclopédico trabajo
de Grinberg logra contemplar en su
constelación de textos recopilados una gama de posibles aproximaciones a
una definición de alternatividad que logra trazar puentes de continuidad hasta
el presente, necesariamente
inscriptos en los desplazamientos que ocurrieron en el campo de la
comunicación y cultura en las últimas tres décadas. Vinelli propone en su
artículo la identificación de cinco líneas que se encontrarían en mayor o menor
medida desarrolladas en aquel trabajo, de las que luego es posible delinear una
continuidad hasta la actualidad. Una institucional; una ligada a la concepción
de comunicación para el desarrollo; el culturalismo; la línea totalizadora
desarrollada desde el marxismo; y, finalmente, la autonomista.
Sobre un eje temporal, es posible seguir cómo la
trayectoria de las tres primeras fue empalmando con algunas de las
transformaciones del campo acontecidas en Latinoamérica luego de la salida de
los procesos dictatoriales -con el aplastamiento físico y político que
conllevaron sobre una generación entera-; la instituciona-lización y
profesionalización del estudio y de las prácticas comunicacionales; la imposición
de modelos económicos de corte neoliberal, entre otros procesos (Mangone,
2005).
Los primeros años del siglo XXI, con los distintos
procesos masivos de revueltas populares que se dieron a lo largo de
Latinoamérica, dieron el marco para que la perspectiva marxista-totalizante
vuelva a ganar terreno, no sólo en la teoría, sino también en el desarrollo de
experiencias concretas de comunicación alternativa.
Así mismo, es en ese período que gana vitalidad la
perspectiva autonomista-posmoderna. Pero en este caso es posible señalar, a
partir de los planteos de Vinelli y Mangone, que el desarrollo de la misma se
hace sobre la base de una parte importante de las tesis y argumentaciones sobre
las que se asentaban algunas de las tres pri-meras líneas. La virulencia de la
crítica a las nociones de “vanguardia” y
“clases”, y con ella a la praxis partidaria, de la mano del
enaltecimiento de tendencias inmanentes “participativas” y de las
particularidades de lo “comunal” y “territorial”, es algo dado a encontrar
tanto en aquel li-minar trabajo de Grinberg (Grinberg, 1989) como en
intervenciones de co-lectivos autonomistas recientes.
Por fuera de este desarrollo cronológico, y en función de
una posible sistematización, es posible articular estas cinco tendencias desde
otro enfoque: a partir del lugar desde el cual definen la “alternatividad” de
una práctica comunicacional. Nociones de pares como las de “alternativos de y
alternativos a” o “alterativo y alternativo” permiten avanzar en ese sentido.
Por un lado, dando cuenta de si la definición de lo alternativo se encuentra
sobre la base de la definición de la especificidad de la práctica
comunicacional/discursiva del medio o por su articulación orgánica con un
proyecto político de transformación de la realidad, en el cual se entiende en
tanto medio para este fin. Y, por otro, para dar cuenta de si, en tanto se
inscriba dentro de una perspectiva de modificar “un estado de cosas
existente”, se propone o no una ruptura con el “sistema
económico-político de dominación” (Rodriguez Esperón, 1994).
De esta forma sería posible evidenciar que tanto las
primeras tres tendencias como la autonomista ponen el peso de la definición de
la alternatividad en la práctica comunicacional y discursiva del medio en
cuestión y que, si están articuladas con algún proyecto político, lo hacen
desde una lógica local-comunitaria o impulsadas desde el Estado (de sociedades
capitalistas), pero no desde una de transformación radical de las relaciones
sociales de la sociedad como un todo.
III) Lo alternativo en disputa,
contextualizado y multiacentuado
Me propongo profundizar un poco más el agrupamiento de
trayectorias que ha sido delimitado, en particular desde la intervención de
Grinberg, y las subsiguientes con las que lo hemos emparentado. Desde allí,
creo que es posible confeccionar una refe-rencia -apoyándonos en las
reflexiones de Mangone (Mangone, idem.)- del conjunto de las
críticas a la perspectiva “marxista-totalizante” que permitan bajar un poco más
a tierra las tensiones en juego. Se trata, como se ha señalado, de enmarcar los
posicionamientos en un determinado proceso histórico social, en particular
dando cuenta de los desplazamientos del campo en cuestión. Tenemos, entonces,
una América Latina en los ´80 y ´90, en un contexto caracterizado por los
elementos que señalamos en el apartado anterior. Allí empezarán a emerger estos
señalamientos, con un trasfondo subjetivo donde se encuentra también un balance
crítico respecto de la derrota sufrida en la década previa y transformaciones
en el terreno intelectual con la circulación de todas las teorías que
empalmaron con la ola del posmodernismo.
Y así contextualizado es posible entonces enumerar: una
revaloración del relativismo ideológico; la definición de un cambio en el modo
de acumulación capitalista que habría abandonado la centralidad de la
in-dustria hacia otras ramas (servicios, ciencias), con lo cual también
disminuiría la gravitación social y política de la clase obrera industrial; en
suma, una crítica a la noción de clase y lucha de clases que ayuda a un
traslado del eje de la denuncia de la desigualdad a la diferencia; a la par de
una búsqueda de constitución de sujetos políticos a partir de las “otredades”
culturales y la apuesta por los movimientos sociales, de la mano del
enaltecimiento de las particularidades “nacionales”, “folclóricas”, de diversas
expresiones de la cultura popular en un sentido amplio; el
abandono de la perspectiva de la disputa por el poder político en general y el
Estado en particular, que pasa a ser visto como un posible garante de nuevas
prácticas comunicacionales; por último, el ataque a la noción de “vanguardia
política” y a la organización partidaria.
Es posible aquí reforzar el peso que Magnone otorga a la
ideología posmoderna en estos desplazamientos y nuevos posicionamientos.
Encontramos en la enumeración precedente los elementos que Alex Callinicos
(Callinicos, 2011) entiende como constitutivos del discurso posmoderno: la
transformación del modo de producción capitalista, tendiente al traspaso de la
producción industrial de manufacturas a una industria del conocimiento y los
servicios; la puesta en boga de corrientes que desde el arte y la cultura
critican diversos principios de la modernidad, recurriendo a la heterogeneidad
y la recuperación del pasado y la cultura de masas; teorizaciones
postestructu-ralistas que retoman el espíritu anti-escencialista y de crítica a
la noción de “verdad”. A su vez, la aparición de la propia posición posmoderna
en la intelectualidad, esencialmente europea y norteamericana, es entendida por
el autor como un subproducto de las de-rrotas políticas del período 1968-1976,
empalmado, a su vez, con una voluntad de una fracción de esa intelectualidad de
adaptar su modo de vida a las nuevas lógicas de consumo (Callinicos, idem.).
Considero posible afirmar algo similar respecto de los
posicionamientos teóricos que intentan borrar la perspectiva anticapitalista de
la defi-nición “medio alternativo” en América Latina. Se trata de
posicionamientos imbricados en un balance crítico de las derrotas pasadas,
confeccionados en función de un borramiento de una perspectiva revolucionaria a
futuro. Allí tenemos, recapitulando, las líneas de trabajo sobre comunicación
alternativa definidas como: institucional, de la comunicación para el
desarrollo, culturalista y autonomista. Conceptualizaciones que, en gran
medida, se adaptan al nuevo clima post-dictatorial, que incluye un cambio en la
percepción del Estado, alrededor y en función del cual se desenvuelve la
institucionalización del campo académico de desarrollo de los espacios que
analizan comunicación y cultura; y prácticas que en gran medida son
prestidigitadas, pensadas y financiadas desde sectores del capital concentrado
(Ford, Rockefeller, entre otros) o desde el propio Estado. Se trata de
posiciones en las que lo alternativo es necesariamente pensado en clave
crítica/oposicional respecto de algo, sea la comunicación de la industria
cultural, los contenidos transnacionales, las prácticas verticales o pensadas
desde las demandas e inquietudes particulares de un comunidad. Pero no en
función de una visión de transformación totalizante. Retomando
nuevamente a Callinicos, se trata de perspectivas críticas sobre algún punto de
lo socialmente dado, pero a la hora pensar un proyecto alternativo y de
transformación social, “es innegable que la estabilidad social no
depende de la creencia de las clases subordinadas en la legitimidad del status
quo, sino de una fragmentación de la conciencia social que les impide
desarrollar una perspectiva integral de la sociedad en su conjunto.” (Callinicos,
2011, p.237)
Es en este punto en el cual entiendo que resulta pertinente ir un
poco más profundo en las conceptualizaciones, a partir de retomar algunas de
las herramientas que nos presenta Valentín Volóshinov en El Marxismo y
la filosofía del lenguaje. Para el autor soviético, distintas clases
sociales interaccionan a partir de los mismos signos de la comunicación
ideológica y, por ende, en estos últimos se cruzan los acentos que cada clase
intenta impregnarle a partir de sus intereses concretos. “El signo
llega a ser la arena de la lucha de clases (...) al mismo tiempo que un medio
refractante y distorsionador de la existencia” (Volóshinov, 2007,
p.47). Volóshinov plantea una disputa constante, aunque no siempre
con la misma virulencia, en el plano del signo por su carácter, su acento
valorativo; como ser su crista-lización en tanto elogio o injuria, verdad o
mentira.
En las tensiones entre definiciones que encontramos en
nuestro trayecto, se trataría de avanzar en ver qué intereses de clase están
detrás de la multiacentualidad del signo “medio alternativo”.
Entiendo que es posible encontrar una preocupación de carácter similar en
Armand Mattelart cuando señala que fue la “sociología burguesa”quién
bregó todo lo posible porque no se incorporara una teoría clasista al análisis
de la comunicación (Mattelart, 2010, p.53). Siendo que aquí no se trata de
pensar en sociólogos que, a la vez que sociólogos, fueran propietarios de
fábricas, de examinar en clave determinista en la biografía de quienes teorizan
respecto de lo alternativo, sino de entender qué intereses de clase cavan
trincheras y construyen fortalezas no siempre visibles tras esos
posicionamientos teóricos. En este caso, tras el intento de acentuar la noción
de lo alternativo en forma independiente a una construcción política
anticapitalista.
La noción de Voloshinov toma como insumo, aunque no se
ciñe, a la “teoría del reflejo”2 que Mattelart atribuye a Lenin (Matterlart,
2010, p.57), lo cual se percibe ya en su preferencia de los verbos “refracta” y “distorsiona”.
Pero resulta claro que lo que el compañero de Bajtín señala se asienta sobre
una de las batallas que el líder del partido bolchevique dio, quizás, con más
firmeza:
“Ya no puede hablarse de una
ideología independiente elaborada por las mismas masas obreras en el curso de
su movimiento, el problema se plantea solamente así: ideología burguesa o
ideología socialista. No hay término medio (pues la humanidad no ha elaborado
ninguna “tercera ideología”; además, en general, en la sociedad desgarrada por
las contradicciones de clase nunca puede existir una ideología al margen de las
clases ni por encima de las clases). Por eso, todo lo que sea rebajar la
ideología socialista, todo lo que sea alejarse de ella equivale a fortalecer la
ideología burguesa. Se habla de espontaneidad. Pero el desarrollo espontáneo
del movimiento obrero marcha precisamente hacia su subordinación a la ideología
burguesa.”(Lenin,2007, p.137)
Podríamos aquí sumar lo propio señalado por Mattelart:
“La noción de clase contradice la
sagrada verdad que reza que cada uno es libre de recibir información o que cada
uno es libre de expresar y transmitir libremente su propia información a otros.
La importancia de un análisis de
clase es que enfatiza el siguiente hecho: porque la clase dueña de los medios
de producción económicos e ideológicos se apropia de la producción de fuerzas
sociales antagónicas tiene que imponer su realidad y su orden como los únicos
posibles.”(Matterlart, 2010, p.53)
Hilando
lo planteado en los párrafos precedentes, considero que es posible afirmar que
desde una posición ligada al marxismo y al entendimiento de la sociedad como un
todo escindido en las luchas inherentes de clases sociales antagónicas, a la
vez que extendiendo esa noción de conflictividad clasista al propio terreno del
lenguaje y los signos ideológicos, es posible entender la acentuación del signo
“medio alternativo” en pugna entre: una posición que no se propone cuestionar
el poder político-social y económico que detenta la clase burguesa, que lo
presenta como el único posible y que es incluso fomentada en su estudio,
difusión e intervención por sectores de esa clase, sean empresas, fundaciones,
Estados u organismos internacionales, que confeccionan -de hecho- una apuesta
por ella; y otra, que entiende que, justamente, lo alternativo debería ser
definido en pos de una estrategia revolucionaria que se proponga torcer esa
realidad y que, por ende, tenga una perspectiva de búsqueda del poder político,
responda a los intereses históricos de la clase trabajadora y sea ejercida como “un
reto a asumir por los cuadros políticos y los grupos de investigadores ligados
a organizaciones de militancia”(Graziano, 1980).
Se trata de una dinámica que excede a la propia voluntad
individual o actuar conciente (en contraposición a inconciente, y no en tanto
conciencia de clase) de quienes intervienen en los intentos por fijar un
sentido de lo alternativo, en tanto responde a condicionamientos sociales más
profundos. Y que no implica en su enunciación desarrollada en este caso que la
batalla por el signo ideológico deba perseguir la “exclusividad” del uso del
término, dado que, por un lado, eso lo daría por muerto y, por otro, sería
imposible en tanto esa disputa depende, en última instancia, de la propia
existencia de las clases en pugna. Tampoco de desechar o desestimar de por sí
el conjunto de las prácticas comunicacionales que toman directrices de esas
definiciones. Se trata de evidenciar, o cuando menos hacer hincapié, en que
existe una lógica clasista detrás de la pluri-significación del signo “medio
alternativo”. De que se trata de un momento en sí de la permanente batalla por
la significación social y de un capítulo muy particular, en tanto se trata de
la posibilidad de prefigurar, de pensar y edificar una lógica comunicacional
globalmente distinta a la que impone una sociedad basada en la existencia de
clases, en la aprehensión desigual de los bienes materiales y culturales y la
consiguiente búsqueda de dominación política de los oprimidos por la clase
opresora.
En
forma ad-hoc, se impone pensar el peso de estas pulsiones de
intereses de clase en el proceso de significación social a la hora de evaluar
el propio desarrollo de las experiencias de medios alternativos.
IV) Una vuelta de tuerca alrededor del
efecto Mühlmann y lo contra-institucional a partir del programa de lo
alternativo
Vinelli realiza en “Una historia de espectros.
Apuntes sobre televisión alternativa comunitaria o de baja potencia en
Argentina” una reposición del devenir dispar de algunas de las
primeras experiencias de TV alternativa en nuestro país, como ser Canal 4 de
Alejandro Korn, Canal 4 de La Plata y Canal 4 Utopía, así como también del
desenvolvimiento de la Asociación Argentina de Televisoras Comunitarias
(AATeCo). Para la autora:
“los
casos reseñados permiten vislumbrar -aunque en sus cruces y no como tipos
puros-, algunas de las diferentes tendencias en que el proceso se desarrolló:
desde las televisoras que priorizaron lógicas de organización y gestión
microempresarias centradas en intereses económicos y creativos individuales,
hasta aquellas que se plantearon como alternativas y comunitarias, rompiendo
con el modelo televisivo hegemónico y convirtiendo al público destinatario en
agente activo del proceso. Pasando, también, por las prácticas televisivas que
buscaron hacer lo suyo en un marco que podría caracterizarse como de
complicidad semi institucional. Obviamente el camino fue más difícil para las
emisoras convencidas del rol social que el medio debía cumplir: así lo
demuestran los siete años de resistencia del Canal 4 Utopía y los constantes
allanamientos para las televisoras que militaban un discurso y una práctica
opositora.” (Vinelli, 2005, p.29)
Luego agrega:
“El recorrido que va desde la fiesta
inicial, con todos sus matices, hasta el decaimiento generalizado de mediados
de los noventa, puede ser leído de este modo a partir de lo que el francés René
Loureau llama efecto Mühlmann; un fenómeno que arranca con la fuerza combativa
de lo instituyente arremetiendo contra lo instituido pero que si no se acompaña
por una forma de acción contrainstitucional termina por sufrir un proceso de
institucionalización que arrastra a las fuerzas sociales ‘a diluirse y negarse
en forma tal que reproducen a las restantes fuerzas sociales
institucionalizadas’” (Vinelli, 2005,
p.30)
Podríamos agregar, retomando el apartado previo y junto a
Loureau -para después señalar un discernimiento-, que:
“la contrainstitución no puede
costearse el lujo de ser o de pretender ser unaalternativa si no dispone
de un mínimo de medios, o si se contenta con utilizar el modo de acción
contra-institucional en un sector limitado de la práctica (…) cualquier intento
contra-institucional que se las arregle para no concernir más que a un aspecto
fragmentario de la vida cotidiana, pertenece más o menos a la fase que he
denominadoestética.”3
La recuperación que utiliza este autor libertario de las
nociones de lo instituido, lo instituyente y lo contrainstitucional, aporta
consideraciones a la hora de pensar los medios alternativos en tanto nuevas
formas de autoorganización que, para efectivamente oponerse al orden existente,
debieran estar en una permanente renovación y puesta en batalla de sus lógicas
operacionales con las de las formas organizativas existentes. Algo que,
contrastando la dilemática relación de los nuevos medios comunitarios del
conurbano bonaerense -con su apuesta restringida por nuevas formas de
participación y comunicación- con la estructura partidaria del Partido
Justicialista de la provincia, logra entenderse con mucha más claridad
(Vinelli, 2005).
Ahora bien, claramente sin considerar el siguiente
comentario como supletorio de un análisis mucho más profundo y problematizado,
considero, en resumidas cuentas, que los propios ejemplos sobre los cuales
Loureau edifica su teoría (como ser la Comuna de Paris, la revolución rusa y
los acontecimientos de Kronsdat, y las emergencias de la República Española),
no pueden ser explicadas sobre la base de la búsqueda de una mera ley esencial del
desenvolvimiento suprahistórico de los imaginarios sociales y las instituciones
en que sedimentan su
devenir, sino en las propias relaciones de fuerza, de las clases sociales que
dan vida corpórea a esos imaginarios y que son la carne sobre la que se
asientan los triunfos y derrotas. Las instituciones son creadas por esos
sujetos sociales en el marco de sus batallas y respondiendo a finalidades
específicas. La capacidad de integración de lo instituido -esencialmente el
poder político de una clase sobre otra- sobre lo que intenta construirse como
instituyente, responde justamente a su capacidad de opresión,
coerción, negociación y convencimiento, que se mide en batallas con resultados
concretos 4.
En el caso de la problemática que aquí estamos abordando,
considero que, para mejor entender la asimilación de medios que llevan adelante
prácticas comunicacionales en algún punto alternativas a las lógicas del mercado
y el propio Estado, es necesario entenderlas a partir de su posicionamiento y
práctica política. De la mano, entender que el “programa” que defienden los
medios comunitarios, alternativos y populares tiene en su realización una
necesaria imbricación con el nivel de movilización de los trabajadores y los
sectores populares, dado que su implementación no es parte de la agenda de los
intereses del Estado y los sectores más poderosos del capital privado, nacional
y trasnacional. Lo que es lo mismo que decir que, se lo propongan o no,
conciente o inconcientemente, por lo que los medios alternativos, comunitarios
y populares luchan no encuentra una posibilidad de realización plena en los
márgenes del capitalismo contemporáneo. No hay posibilidad de vencer a las
lógicas comunicacionales de los medios masivos sin un cuestionamiento de su
propiedad en manos privadas y su puesta al servicio de la búsqueda de ganancia.
No hay posibilidad de acceso de toda la población a las nuevas tecnologías en
el marco de una sociedad que no garantiza el acceso a niveles básicos de
comida, alimentación, vivienda y educación. No hay posibilidad de puesta en
marcha verdaderamente instituyente de nuevas formas de organización y
deliberación horizontales en el marco de un Estado que fomenta la
despolitización, cercenándola a la participación electoral, y que reprime y
persigue a las construcciones políticas, sindicales y culturales que lo
desafían. Y la lista podría seguir.
El apoyo coyuntural que los medios comunitarios puedan
recibir desde el Estado o sectores del capital privado, debería ser entendido,
siguiendo esta clave, justamente como un intento por institucionalizarlos, por
imprimirles la lógica de la organización burocrática del Estado y la aceptación
de lo dado como lo único posible. Por ende, dotarlos de un horizonte de
resignación y aceptación de la miseria de lo posible que abona a la cada vez
mayor concentración de la riqueza en menos manos. Lo cual no implica negar la
importancia de conquistas parciales que se puedan alcanzar, sino más bien,
entenderlas en el marco de un Estado que juega el rol de amortiguador de los
intereses contrapuestos entre las clases y un capital que se ve obligado por la
correlación de fuerzas a ceder con una mano lo que intentará recuperar con la otra.
Retomando el hilo previo, no es casualidad, como se señala
en el artículo de Vinelli, que las prácticas de Canal 4 Utopía hayan sido las
más perseguidas, como así tampoco es casualidad que hoy tengan preferencia a la
hora de recibir licencias los medios ligados al oficialismo del poder político
de turno. Pero tampoco es casualidad la persistencia de experiencias de
comunicación alternativas que se autodefinan e inscriban en una búsqueda
política de superación de los límites de la sociedad capitalista; que se
multipliquen al calor de períodos de gran movilización social como el pos 2001
argentino; que liguen sus prácticas comunicacionales a las luchas que dan los
sectores populares; que intenten aportar desde sus miradas a la constitución de
herramientas políticas, con independencia política del Estado y los partidos
del régimen; que busquen ligarse de una u otra forma entre sí para amplificar
su nivel de alcance; que innoven en la estética sobre el complejo filo que
separa a la vanguardia política de la vanguardia estética en pos de su mayor
visibilidad y acceso de los sectores a los que pretendan llegar. Pareciera que
es esa apuesta política la mayor garantía anti-asimilatoria y
contra-institucional que los medios alternativos pueden esgrimir frente al poder
de los medios tradicionales, el mercado y el Estado.
El desarrollo de los medios alternativos al margen del
imaginario conceptual con el que se liguen, reafirmamos entonces, no se
cocina en su propia salsa, la de su práctica particular comunicacional-discursiva,
sino que se encuentra, a nivel histórico, ligado a los avatares de la lucha de
clases.
V) Los medios alternativos y la izquierda
partidaria
De lo anteriormente desarrollado podría pensarse que
necesariamente la práctica de los medios alternativos debería tender a empalmar
con la política desplegada por los partidos que en su programa político
coinciden con los elementos esenciales de la lucha que llevan adelante
aquellos5. Sin embargo, es posible señalar algunas de las tensiones que, al margen
de las intervenciones coyunturales, han hecho más compleja esa relación.
De más está retomar aquí todas las críticas que
fueron enumeradas en el tercer apartado respecto de cómo algunas teorizaciones
e intervenciones de comunicación alternativa, en particular las que no centran
su entendimiento de lo alternativo en una edificación anticapitalista, se
posicionan en forma crítica hacia los partidos, sea por su verticalismo,
vanguardismo, falta de entendimiento de las particularidades nacionales,
culturales, etcétera. Sólo al pasar, quizás pudiera ser señalada una respuesta
recíproca por parte de algunas edificaciones de la izquierda partidaria, como
ser, la negativa de considerar la propia prensa como un medio alternativo,
debido al hecho de considerar que éstos sólo buscan construir “otra”
comunicación, en contraposición de la voluntad de construir “otro” polo
político de las publicaciones partidarias (Gandara, 2004).
De esta última intervención, sin embargo, puede empezar a
hilarse una tensión más profunda. A saber: partiendo de una caracterización de
la situación de descomposición del capitalismo, de generación de miseria y
pauperización creciente, y de la desembocadura de ello en recurrentes
estallidos de movilización y concientización política, los partidos de
izquierda vuelcan jerarquizadamente sus fuerzas existentes a la intervención en
esos conflictos, buscando protagonizarlos y lograr fortalecer la constitución
de una herramienta política que se considera condición sine qua
non para los cambios profundos que la sociedad requiere. Esto los
lleva a no tener como prioridad la pelea cultural, contrainformacional (Vinelli
y Esperón, 2004) y de pelea por la subjetividad que sí se proponen en términos
generales realizar los medios alternativos; y que la propia tradición de
izquierda que se reivindica como tal sí desenvolvió en una época histórica en
la que las contradicciones del desarrollo del capitalismo no se habían
terminado de expresar en su completitud, como ser la experiencia del enorme
Partido Socialdemócrata de Alemania de fines del siglo XIX y principios del XX.
La construcción de herramientas comunicativas partidarias se liga en todo
momento a aquella orientación.La prensa partidaria, en términos generales, no
se propone intentar “dar vuelta” la agenda propuesta por los medios masivos,
sino intervenir críticamente sobre ella, y su horizonte es el
de hacer crecer la llegada de la organización; su eje esencial es, ante todo,
servir de organizador colectivo de la propia actividad del partido en su búsqueda
de ligazón de sectores de masas.
De estas definiciones, puede pensarse, surgen luego
disparidad de trayectorias individuales y de colectivos diversos que,
obviamente, exceden lo que aquí podría ser reseñado. Pero resulta interesante
reponer como ejemplo la disparidad de opiniones de cara a la discusión que
impuso la elaboración del proyecto y la posterior aplicación de la Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual, hecho tan caro al conjunto de las medios
comunitarios, alternativos y populares. Nuevamente, a los fines de hacer viable
el análisis y la contraposición, se tomarán de referencia a las intervenciones
de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA), por su representatividad,
pero también por su posicionamiento crítico, con más puntos de contacto con lo
señalado por los partidos de izquierda que con los posicionamientos de medios y
colectivos de medios y prensa más ligados al oficialismo, cuya posición fue más
cercana al apoyo total a la iniciativa del gobierno. En el mismo sentido, el
espíritu de lo que sigue no se encuentra en el análisis de la propia ley, sino
en los posicionamientos políticos frente a ella.
La RNMA había albergado en su seno -sobre la base de
proponerse luchar por la derogación de la Ley 22.285- distintas
visiones: tanto de posicionarse luego por una nueva ley que regule la actividad
de los medios alternativos o, más bien, de negar la necesidad de una ley que
regimente la circulación de mensajes en la sociedad6. Sin embargo, al momento
en que -en el marco de su pelea con el Grupo Clarín- el kirchnerismo empezó a
hablar de retomar los 21 puntos señalados por la Coalición por una
Radiodifusión Democrática para reglamentar una ley que deje atrás a la ley
impuesta por la última dictadura militar, la RNMA se propuso intervenir y
coordinar con la mayor fuerza posible para intentar conseguir el marco más
acorde posible a las necesidades de los medios alternativos, comunitarios y
populares. Así intervinieron en los distintos foros que se dieron el país, como
también en las audiencias en el Congreso, y publicaron declaraciones que
entendían al proyecto como un piso superior al cual se contaba hasta el
momento, cuyo contenido podría ser resumido en su título: “queremos la
ley, pero con nosotros adentro”. Ante el hecho de que la ley finalmente
aprobada no contuviera contemplados los puntos centrales de sus reclamos,
sacaron una declaración que empezaba: “no estamos en la Ley pero
existimos”. Esencialmente haciendo eco en lo problemático y desigual de
cómo había sido definido el 33% del espectro por el que debían competir con
entes como la CGT o la Fundación Noble. Y haciendo referencia a cómo, ante el
desamparo al que los ciñe la nueva ley, quedaban víctimas de la voluntad del
poder de turno.
Por su parte, los partidos de izquierda desde un primer
momento señalaron una negativa a apoyar al proyecto de Ley. En general, se
trata de organizaciones que no apoyan ninguna medida de un gobierno
capitalista, tanto por sus habituales contenidos, por las limitaciones que
encuentran incluso en los proyectos entendidos como progresistas por gran parte
de la sociedad y en pos de no ayudar a aumentar la legitimación política de
quién ocupa el poder del Estado. La excepción a esta “regla” se encuentra en
aquellas legislaciones que son un producto de una lucha concreta que conquista
un determinado derecho a partir de construir una correlación de fuerzas
favorable que se ve cristalizada en una ley. Justamente este punto les era
achacado, en algunas de las polémicas desatadas, por sectores de medios alternativos,
quienes hacían referencia a que, con sus limitaciones, esta ley surgía de los
años de peleas que se habían librado contra una regimentación que dejaba en la
ilegalidad a los medios sin fines de lucro. Lo que terminó por tener más peso a
la hora del rechazo, sin embargo, fue el carácter regimentador que se veía
detrás de la ley. Una relegitimación del poder del gobierno de turno, su
ubicación en las nuevas entidades constituidas, su ubicación en la instancia
última de otorgamiento de licencias, su manejo discrecional de los fondos, en
suma, la voluntad de fortalecer el poder mediático del oficialismo, frente a
una coyuntura en que gran parte de los medios masivos privados de mayor peso
habían dejado de coincidir en sus intereses con los del gobierno nacional. No
por casualidad, en la totalidad de las prensas de los partidos fue citado
profusamente el artículo “La libertad de prensa y la clase obrera” de León
Trotsky donde, desde México, el revolucionario tomaba posición contra los
ataques a medios privados desplegados por el gobierno de turno y sus aliados
entre la clase trabajadora. Señalaba allí que toda legislación restrictiva, así
sea elaborada en pos de un conflicto particular con un sector de la burguesía,
sería luego inevitablemente puesta en marcha contra la clase obrera.
Aquel diagnóstico está en tren de comprobarse. Lo que ya
es un hecho tras la aprobación, como lo señala Javier Torres Molina
en su trabajo “La ley de servicios de comunicación audiovisual y los
medios comunitarios” (Torres Molina, 2010), es que los
medios alternativos siguen teniendo enormes dificultades a la hora de poder
acceder a su legalización y que, por el contrario, continúa aumentando el
caudal de medios adictos al oficialismo de turno.
En ese marco, la izquierda partidaria y la RNMA volvieron
a tener un punto de contacto a partir de la Coordinadora en Defensa de la
Comunicación Alternativa, Comunitaria y Popular, constituida a partir de la
necesidad de intervenir en defensa de medios atacados por sectores privados y/o
ligados al gobierno nacional. En ese momento se trataba del Canal 13 Giramundo
de Mendoza y AM 770 de la Ciudad de Buenos Aires. Y que hoy se reaviva en los
necesarios reclamos, tras publicarse los elevadísimos costos y requisitos de
los pliegos para los “medios sin fines de lucro”. Experiencia que, tras los
puntos encontrados alrededor del debate respecto de la LSCA, quizás sirva para
empezar a retomar un camino que los partidos de izquierda y los medios
alternativos debieran transitar mancomunadamente.
VI) Conclusiones
Se definió la tensión alrededor de la definición de “lo
alternativo” como un momento muy particular en la disputa por la fijación de
sentidos que despliegan en el plano de los signos ideológicos las clases en
pugna. En ella se encuentra inscripta la potencialidad, o no, de pensar y
prefigurar formas comunicacionales que en un modo global sean distintas de las
que imponen las relaciones sociales que constituye una sociedad organizada en
torno al mercado y a la búsqueda de ganancias. Prácticas que, en suma, se
propongan ser parte de las peleas que cotidianamente dan los sectores populares
contra las consecuencias que impone ese régimen, y que lo haga desde una
perspectiva anticapitalista. Así, se intentó resignificar -o al menos pensar
desde otra perspectiva- los distintos desplazamientos que se dieron en el campo
respecto de este tema, entendiendo que en tanto se dan en el contexto de una
sociedad escindida en clases sociales que dan una batalla por el significado
con que se imponen los signos, no puede ser entendida la discusión como
meramente teórica o discursiva. Y así, tras la posición que asume como dado e
infranqueable ese régimen social, que no plantea la necesidad de trascenderlo,
es plausible de ubicar los intereses de clase de quienes, como afirma
Mattelart, deben intentar imponer este orden como el único posible.
Por otro lado, se planteó que los horizontes que persiguen
la casi totalidad de medios que se entienden como alternativos, comunitarios y
populares chocan de lleno contra la realidad material que impone el capitalismo
en su fase actual. Y que, por ende, tiene una ligazón vital para el propio
desarrollo de esos medios -y contra los intentos de lo instituido por
absorberlos bajo sus lógicas- su imbricación con las peleas que cotidianamente
se dan contra ese régimen social, político y económico.
Entiendo que desde estos dos lugares es posible sumar
conceptos y problematizaciones a los frondosos debates que se sucedieron en
torno la definición de lo alternativo. A la vez que aportar a un análisis que
permita dar cuenta de la vigencia e importancia de la perspectiva primeramente
denominada como “marxista-totalizante”, en lo que hace al desarrollo presente y
a futuro de prácticas comunicacionales plenamente alternativas.
Por último, se intentó reponer algunas tensiones dentro de
la relación entre el campo de la comunicación alternativa y los partidos de
izquierda que comparten un horizonte de transformación radical de la sociedad.
La apuesta en ese sentido puede definirse a partir del artículo señalado con
anterioridad:
“Es esencial emprender una incansable
lucha contra la prensa reaccionaria. Pero los obreros no pueden permitir que el
puño represivo del estado burgués sustituya la lucha que ellos libran por medio
de sus propias organizaciones y de su propia prensa. Hoy, el estado puede
aparecer como bondadosamente dispuesto hacia las organizaciones obreras; mañana
el gobierno puede caer y caerá inevitablemente en manos de los elementos más
reaccionarios de la burguesía. En ese caso, cualquier legislación restrictiva
será lanzada contra los obreros. Sólo aventureros que no piensan más que en las
necesidades del momento serían capaces de no tener en cuenta este peligro.
(…)El modo más efectivo de combatir la prensa burguesa es extender la prensa de
la clase (…) El proletariado mexicano debe tener una prensa honesta
que exprese sus necesidades, defienda sus intereses, amplíe su horizonte y
prepare el camino para la revolución socialista en México.” (Trotsky, 1938)
Considero necesario ampliar, en todo caso, el sentido de
“Prensa” allí dado. Por un lado, por los obvios avances tecnológicos en nuevos
dispositivos que exceden por lejos la propia publicación impresa. Pero también
en tanto la propia revista Clave que Trotsky impulsa allí, no
es en su totalidad una publicación completamente orgánica de los partidarios de
la Cuarta Internacional en tanto prensa leninista. Y, por otro, en tanto la
fragmentación de experiencias políticas y comunicacionales hace imposible
pensar que tamaña tarea allí señalada -enfrentar a la prensa reaccionaria y
preparar el camino de la revolución socialista- pueda ser llevada a cabo por
una única organización política o constelación de medios alternativos. Más
bien, creo, se trata de abrir, desde la tradición teórica repasada en
estas líneas, interrogantes sobre la forma en que estas organizaciones,
con una diferencia táctica acerca de cómo intervenir en la situación política,
de dónde priorizar las fuerzas militantes existentes, pero con un mayor acuerdo
en el horizonte político estratégico, pueden acercar posiciones e
intervenciones.
Notas
1 El presente desarrollo fue producto del cursado - y la elucidación
propia consecuente- del Seminario de TV Alternativa llevado adelante por
Natalia Vinelli.
2 Se grafican múltiples ejemplos en el trabajo primeramente citado de
Vinelli.
3 La noción de “reflejo” aparece en Lenin con mucha
fuerza en el debate contra un ala Kantiana que surgió dentro del Partido Obrero
Socialdemócrata Ruso que se refleja en el trabajo Materialismo y Empiriocriticismo. Trabajo cuyas conclusiones se
acercan al positivismo, y que el propio Lenin va a criticar tras su apropiación
del pensamiento dialéctico de Hegel, ausente en aquella polémica. Una
interesante reflexión sobre este desplazamiento la encontramos en ZIZEK, S.
(2003): “Revisión del materialismo”, en A propósito de Lenin, política y
subjetividad en el capitalismo tardío, Atuel, Buenos Aires.
4 La referencia a lo “estético”, en oposición a lo “ético”, se realiza
en función de retomar a Kierkegaard y su asimilación con lo “juvenil” y lo
“serio”, respectivamente.
5 Respecto de la experiencia paradigmática de este debate, es posible
señalar que ni menos centralismo y más democracia, ni Lenin, ni la politización
del Partido Bolchevique hubieran servido de vacuna contra-institucional frente a la tendencia a la
burocratización del propio partido y el Estado. Eso se encontraba, en todo
caso, determinado, por el triunfo o no de la revolución socialista en Europa y
el resto del mundo. TROTSKY, L. (2008) La revolución traicionada, Antídoto, Buenos Aires.
6 A los fines de la síntesis y de hacer posible el análisis, nos
circunscribiremos en esta referencia a los partidos políticos nacionales de la
tradición proveniente del trotskismo, como ser los que conformaron el Frente de
Izquierda y los Trabajadores en las elecciones de este año (PO-PTS-Izquierda
Socialista). De esta forma es posible contar con una corriente de pensamiento
homogénea, al menos en los puntos a señalar.
7 Ver por ejemplo las resoluciones del plenario general de la
provincia de Buenos Aires de la RNMA de 2005. http://www.rnma.org.ar/nv/index.php?option=com_content&task=view&id=19&Itemid=29
8 Prensa del entonces Partido Comunista
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