viernes, 3 de febrero de 2012

Revista Sinécdoque Nº2 | "No arranca mi walkman" (Escribe María Luján Tilli | Ilustra Magdalena Migraña)

NO ARRANCA MI WALKMAN
Escribe María Luján Tilli
Ilustra Magdalena Migraña


Limpia la sangre de los botones, se pone los auriculares y vuelve a encender la radio, no funciona. La nena llora arrancándose los pelos -¡tiene muerte cerebral!- le grita a la maestra que baja corriendo las escaleras.

Pasa las horas escuchando la radio. En el primer recreo va a la biblioteca, elige, entre los libros más viejos, abre sus tapas, toca las hojas ásperas. Inspira hondo, los huele, se los lleva. En el segundo recreo se sienta en los bancos  de material a escuchar la radio, pone las manos debajo de sus piernas que se balancean dibujando círculos en el piso. Mientras, mira la coreografía que ensayan involuntariamente sus compañeros en el patio, al ritmo del tango de turno que suena en sus auriculares.

Tres pibitos forman un círculo en medio del patio. Se acercan a la nena y la observan en silencio. El más rubio comienza a reírse, tiene pétalos de rosa en la sonrisa y una aureola sobre la cabeza. El del medio, más flaco, se ríe, se ríe, se ríe. Hay una cadena que cuelga de su muñeca, toca el piso y serpentea hasta el bolsillo del rubio. El otro, medio petiso, se encorva entre carcajadas. Supura grasa por los oídos, huele a pescado podrido. La nena recorre con la punta del pie los contornos de sus sombras en las baldosas. El rubio abre la boca, gesticula, un hilo de agua se deshilacha de su nariz filosa. La nena mira las sombras de las siluetas de los pibitos bufones. Mira las sombras, mira los cuerpos, los cuerpos, las sombras. En el piso, en las sombras, ratas caminan  de hombro en hombro. Mira los cuerpos, en los cuerpos, nada.

La nena sube el volumen de su radio para escuchar el informativo y la boca bufona del rubio, boca de pétalos de rosa, ya no emite sonidos, se mueve como una gelatina que le falta frío. El flaco se acomoda el escudo del colegio que pende de cuatro o cinco hilos del sweater azul. El petiso no hace nada, mete las manos en los bolsillos, dobla la punta de los pies para adentro y se retuerce entre carcajadas. Una mosca ronda las pecas de su nariz.

La nena levanta un brazo y mira el reloj a contra luz, hay un agujero redondo y negro en su muñeca y dos agujas. Suena el timbre. Vuelve a poner su mano debajo de las piernas y sigue escuchando las noticias en la radio. Saca la otra mano y acaricia el walkman que descansa sobre su pollera gris de escuela. Recorre con el dedo las letras que dicen SONY WALKMAN WM – FX251 FM / AM sobre la tapa plástica.

El patio se vacía. Los bufones siguen delante de ella, esperan que se levante, camine, les de la espalda, los mire. Que se levante, que se levante, que se levante. No se mueve. Sube el volumen de la radio una vez más. Pasan música. Una milonga que le gustaba a su abuelo. Ya no dibuja en el piso, sus pies cuelgan sin balancearse. El rubio deja de reír, el flaco y el petiso miran al rubio, tampoco se ríen. El patio está vacío. Ráfagas de otoño quiebran sobre las baldosas grises los rayos de sol.

El rubio exprime la cabeza de la nena, sacude su pelo castaño, como las castañas, como frutas secas, marrón nuez. Le arranca los auriculares, grita. Le da la espalda saltando con los auriculares en la mano. El flaco y el petiso alzan los brazos y saltan con el rubio. El walkman cae al piso. Los tres saltan al unísono hacen una ronda y cantan. La nena se acomoda su pelo color nuez y levanta su SONY, se le salió la tapa, se le rayó un botón. Lo acaricia, acomoda la tapa, la cierra y le da un beso. Estira el brazo con el walkman en la mano y golpea la melena rubia. El pibe se agarra la cabeza, apenas grita y mira hacia el cielo, ve un agujero en el sol, color nuez, su frente huele a tango roto. La nena descarga otro golpe, otro y otro. Otro más. El flaco y el petiso son figuras de cartón pintado. Los rayos de sol se derriten sobre las baldosas rojas.

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